Quiero
chupar tu sudor.
Lo
sé, lo admito
y no
me avergüenzo.
Desde
que te vi
hace
ya treinta segundos
me
recorre ese deseo.
No sé
si decirte hola,
pedirte
la hora,
o
arrancarte la ropa.
Aquí
mismo,
en
este lugar
y
frente a todos los viajeros.
Abrazarte
junto al cristal
y que
se funda nuestro aliento.
Escribir
con nuestro vaho
que
no hay mejor manera
de
empezar el día
que
con el sabor de tu sexo.
Y
cuando llegue mi estación
bajarme
del vagón
y
salir del metro.
Porque,
al fin y al cabo,
tengo
que irme a currar,
ya lo
siento,
no
puedo quedarme más
que
me mareo.
Me
marea mi sudor frío.
me
marea tu cuello,
me
marea la abstinencia
de no
empotrarte contra el espejo,
la
línea que hace tu pelo,
el
gemido del carril
y su
erótico meneo,
tus
infinitas curvas
y el
escote sobre tu pecho,
la
forma de tu pantalón,
tu
sombra, tus caderas,
tus
piernas y tu trasero.
-Hola,
perdona,
¿tienes
hora?.
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